ALICIA Y ANTONIO: UN
MATRIMONIO ARRIESGADO.
Alicia y Antonio
llevan casados poco más de ocho años, ambos rondan los treinta y
tienen dos hijos, el pequeño apenas con tan sólo dos. Hace cuestión
de tres años se decidieron a dar un paso que muchos nunca se atreven
a dar a lo largo de toda su vida y fue el cambiar un trabajo estable
y rentable en una de las zonas más prósperas del Poniente
almeriense, por la inversión de todo su patrimonio en la aventura de
un negocio ilusionante (ya sabemos cómo son los negocios, pueden
salir bien, regular o mal) en un recóndito lugar de la Alpujarra
granadina de donde es oriunda Alicia, Alcázar.
Han pasado los tres
años desde que ambos tomaron la decisión de poner en funcionamiento
en uno de los cerros de nuestro pueblo, en el pago de El Moralillo,
una granja de cría de pollos de perdiz. Durante ese periodo, además
de las labores diarias en sus respectivas ocupaciones han tenido que
sacar tiempo para ir dando todos los pasos necesarios para que su
proyecto llegara a buen puerto. Tuvo Alicia que realizar un curso de
preparación y adiestramiento en el tema a lo largo de casi un año,
en el que tomaría contacto con todos los aspectos relativos a la
cría, cuidado, instalaciones, contabilidad, comercialización, etc.
de la perdiz roja, para ello hubo de desplazarse desde la zona de El
Ejido a Granada donde se impartía el mencionado curso. Mientras
tanto, Antonio leyó y releyó todo tipo de, manuales y libros sobre
la perdiz que cayeron en sus manos, mantuvo contactos permanentes
con granjas experimentadas en la cría de la perdiz roja y encargó y
analizó estudios económicos de viabilidad de la explotación. Después
vendría la época de elaborar los proyectos pertinentes para
solicitar los permisos y subvenciones necesarias para llevar a la
práctica su idea, de esos momentos recuerdan agradecidos la ayuda
que les brindó Enrique García de PROAVIAL. No serían pocos los
tropiezos con la burocracia de las distintas administraciones
empeñadas, en más ocasiones de las deseadas, en poner obstáculos y
trabas a las ilusiones de los que están dispuestos a asumir el
riesgo de dar un giro copernicano a sus vidas.
Si el solo hecho de
cambiar de trabajo, de actividad, de lugar de residencia, de pasar
de lo conocido a lo desconocido, de lo seguro a lo probable, ya es
digno de admiración, no menos lo es el haber escogido para la
ubicación de su explotación un lugar casi perdido en el mapa (un
buen telescopio necesitaría para encontrarlo quien no lo conozca),
con lo que dan un pequeño empujoncito a la vida económica del pueblo
y algo aun mucho más plausible: hacen que la vida cotidiana reviva
con los juegos, los gritos, las risas y los llantos de dos nuevos
pequeños, y con las charlas amenas que con Alicia y Antonio se
pueden mantener cuando se tercia (que decimos por aquí).
Esta apuesta por lo
rural, lo primitivo, las raíces, de nuevo se topa con los obstáculos
y las pocas facilidades que dan las
administraciones a los lugares que apenas se conocen. Tras haber
matriculado a la hija mayor en la escuela del pueblo se han llevado
la desagradable sorpresa de que ésta va a ser cerrada para el
próximo curso. Ellos, que uno de los aspectos que más valoraron de
Alcázar frente a otros lugares para ubicar la granja fue el que aquí
hubiese escuela, ahora se enfrentan con tener que desplazarse a
diario a Órgiva u otra localidad para que sus hijos puedan asistir
al colegio, o enviarlos en el transporte escolar lo que suponen dos
horas de viaje que añadir al horario lectivo de los demás compañeros
de colegio, amén del peligro de estar todos los días en la
carretera.
Todos los
obstáculos han sido afrontados y superados, y hoy la granja es una
realidad. Hemos estado visitándola con Antonio que a mí, que soy
profano en la materia, me ha abierto los ojos sobre todo lo
referente a la cría en cautividad de estas aves salvajes, que no por
criarse entre humanos pierden una pizca de lo que sus genes les
transmiten. La granja está dotada de todos los elementos más
modernos para tratar de facilitar la tarea de los que en ella pasan
su jornada laboral (a veces de más de doce horas), como pueden ser
el sistema de calefacción para mantener la temperatura adecuada
durante las primeras semanas de vida de los pollos, sistema
automático de bebederos y dispensadores de piensos, etc. además de
los piensos específicos para estas aves, Antonio les proporciona
fresca alfalfa que cultiva en un pequeño regadío anejo a la
explotación y el grano de toda la vida, trigo, maíz…, con todo ello
pretende sacar robustos y bien alimentados pájaros de perdiz que
luego puedan ser el disfrute de sus dueños o de los cazadores en
cuyos cotos puedan ser soltados a partir del próximo otoño.
Las dos primeras
camadas de la granja (unos 12.000 pollos), ya están casi dispuestas
para emprender su vuelo al mundo salvaje, a la lucha por la
supervivencia, a procurar no caer dentro de un morral y convertirse
en base de paella o terminar en escabeche en el plato de cualquier
cazador. En este penúltimo estadío de su crianza, comienzan a dar
sus primeros revoloteos por los más de 13.500 metros cuadrados de “volaeros”,
orientados al este, que surgen de los distintos compartimentos de la
granja.
Para esta primera
experiencia, en la que ambos van aprendiendo a marchas forzadas por
el devenir del día a día, han contado con la inestimable ayuda y
asesoramiento de la granja catalana que les provee los pollos cuando
aún si apenas han salido del cascarón; se trata de la Granja Fonts
Caldetes de Vilanova i la Geltrú, en Barcelona, que siempre han
estado dispuestos a resolver las dudas y requerimientos que vía
telefónica le ha planteado el matrimonio. Así a los perdigones no
les ha faltado en ningún momento las atenciones necesarias para
evitar cualquier proceso que
pudiese
debilitarlos, sino todo lo contrario se han criado sanos y robustos
dispuestos a “comerse el mundo y que el mundo no se los coma a
ellos”, algo bastante improbable.
Dentro de los
planes de la pareja están la crianza de machos seleccionados para
reclamo, la ampliación de las instalaciones en terrenos adyacentes y
la de llevar a cabo todo el ciclo de la actividad comenzando desde
las parejas de cría, la incubación y el proceso final de cría y
suelta de los pollos de la perdiz roja.
La comercialización
de estos magníficos pollos de perdiz está abierta tanto a
particulares como a sociedades de cazadores o a cotos de caza
públicos o privados, y a todo aquel que sea amante de la perdiz roja
como animal de compañía o como pieza de cinegética.
Los que estén
interesados en conocer más sobre esta granja o cómo proceder a la
compra de los pollos de perdiz pueden contactar con Antonio (de
apellidos García Castañeda y de apodo “El Carbonero”, por su
procedencia que no por su oficio) en el teléfono 667.78.68.63,
o preguntando en Alcázar por él o por Alicia.
Desde esta web de
Alcázar de Venus aplaudimos el ánimo y la decisión de estos jóvenes
emprendedores y les deseamos todos los éxitos en su tarea, que se lo
merecen.
Teodoro Martín. Alcázar de Venus
<<volver a
casos y cosas>> |