Provincia
El pueblo de los mil acentos
Dos de cada diez personas censadas en
Albuñol son extranjeras Una veintena de nacionalidades
distintas conviven sin problemas
J. M. CHICHARRO //FOTOS: ALFREDO AGUILAR
/ ALBUÑOL
YA
somos más de 44 millones de habitantes en España y de
ellos el 8% inmigrantes, un colectivo que empieza a
transformar los censos y la sociedad. En Albuñol, el
pueblo granadino con más inmigrantes entre sus vecinos,
saben mucho de eso porque de cada diez personas
censadas, dos no han nacido en el pueblo. Cerca del 20%
de la población es extranjera, aunque ese porcentaje
sube mucho más si se tienen en cuenta los inmigrantes no
censados en el municipio, pero que viven y trabajan en
Albuñol. Por poner un ejemplo, en el censo municipal
aparecen 730 marroquíes, «pero la población real será de
1.300 o 1.400», asegura Juan Cristóbal Ruiz, responsable
del Centro de Adultos de la localidad, un centro que a
veces da la impresión de ser una oficina de atención al
inmigrante pero que, afirma, lo único que pretende es
«atender de forma directa la problemática social de los
inmigrantes para lograr una integración real y
efectiva».
El Centro de Adultos puede servir como ejemplo para
ilustrar cómo se ha ido modificando la vida en Albuñol
desde que a principios de los noventa comenzaron a
llegar los primeros marroquíes.
«Al principio les ofrecíamos cursos para aprender
español. Poco a poco hemos tenido que adaptar nuestras
funciones a sus necesidades», apunta. Ahora el centro
enseña español, pero también ayuda a sus alumnos
extranjeros a desenvolverse en el día a día en todo lo
que necesiten: vocabulario básico para poder trabajar en
el campo, cómo solicitar un préstamo, información sobre
atención sanitaria, clases para conseguir el carnet de
conducir, formación laboral... «Además, durante este
curso hemos iniciado tutorías en Educación Secundaria
con el fin de facilitar a nuestros vecinos mayores de 18
años el acceso a una titulación. Y quiero dejar claro
que no sólo se ofrecen cursos a extranjeros, sino que
toda la población tiene acceso a los mismos. Gracias a
ello estamos logrando una integración real. En muchos
cursos tenemos grupos de extranjeros y españoles juntos,
aprendiendo a la vez. Eso es lo importante», destaca
Juan Ruiz, responsable de un centro que ha tenido que
adaptarse a la nueva realidad social de la localidad. Y
es que en Albuñol, en 1993, había 55 marroquíes. Hoy son
más de mil. Y no hay sólo marroquíes. En el censo se
recogen personas de 18 nacionalidades distintas.
Lituanos y rumanos son, tras los magrebíes, los grupos
más numerosos. Pero también hay rusos, ucranianos,
búlgaros, polacos, brasileños, colombianos... y suecos,
alemanes, ingleses. No todos ellos han venido por el
mismo motivo. Unos buscan trabajo. Otros, simplemente,
sol. Pero todos viven en el mismo pueblo, mezclándose
con los vecinos de Albuñol. Y sin problemas.
«Ellos vienen a trabajar y a vivir tranquilos. Hay de
todo, claro, pero como en todas partes. Yo nunca he
tenido problemas con ellos. Se portan bien», dice María
Manzano, vecina de Los Castillas, pedanía de Albuñol en
la que la presencia marroquí es muy intensa. «Ser malo o
bueno no tiene nada que ver con tu tierra o de dónde
vengas. Mala gente hay en todos los sitios. Y buena
también. Yo estoy muy a gusto con mis vecinos», apunta
María.
Rubia
El
Albuñol se escucha el español con miles de acentos. El
de Lina se parece al de los rusos de las películas de
Hollywood. Es lituana, rubia, joven y lleva unos pocos
meses en el pueblo. Trabaja en uno de los tres
locutorios de la zona. Chapurrea un español que le
permite comunicarse sin excesivos problemas. Por su
locutorio pasan a diario personas de muchas
nacionalidades. «Los que más llaman son rumanos y
'moros'. Todos muy bien, muy buen, bien gente», acierta
a decir. A la hora de comentar cómo va el negocio, Lina
usa una expresión que denota que ya tiene 'controlado'
el castellano. «Tirando», deja caer con una sonrisa.
Los lituanos son el grupo que más está creciendo en
Albuñol. Ya hay censadas 154 personas, pero su población
real pasa de trescientos. En el pueblo se reconoce que
tienen 'mal beber', pero tampoco se puede decir que sean
problemáticos. «Es cierto que algunos, cuando llevan dos
copas de más, dan ciertos problemas. Pero no es la
norma. Aquí nunca se han producido tensiones entre
vecinos de Albuñol y otro grupo de inmigrantes. Alguna
vez hay peleas, pero entre miembros de la misma
nacionalidad, por las típicas tensiones que crea la
convivencia. Nunca se han producido brotes de racismo»,
señala Juan Cristóbal Ruiz.
Albuñol está cerca de El Egido. Allí se desató una
verdadera 'caza al extranjero' a principios del año
2000. Por aquel entonces Boughaleb Elkhaldi ya trabajaba
en Albuñol. Llegó en 1991, «de los primeros», recuerda.
Reconoce que en aquellos días de principios de 2000 el
miedo se notaba entre los pocos marroquíes de Albuñol.
«Lo vimos por la 'tele' y hubo un poco de tensión. No
sabíamos si se eso que estaba pasando se podía extender.
Pero no pasó nada. Nadie nos dijo nada y muchos vecinos
incluso nos tranquilizaron. Aquí nunca he tenido
problemas», afirma.
Y es que Albuñol puede ser considerado un perfecto
ejemplo de integración. Es cierto que en algunas zonas
se están creando 'guetos', pero esa situación responde
más a un tema económico más que racial. «Los que menos
dinero tienen, buscan alquileres más baratos. Y es más
barato un piso en La Rambla de Huarea (pedanía de
Albuñol poblada en su mayoría por marroquíes). No
obstante, tengo que reconocer que no me parece positivo
que todos lo de una misma nacionalidad vivan en el mismo
sitio», apunta Juan Ruiz.
El
mejor ejemplo
El
mejor ejemplo de integración lo dan los niños pequeños.
En las clases de Infantil del Colegio Público Rural Las
Ramblas conviven niños españoles con marroquíes. No sólo
no hay problemas, sino que su amistad es más que
evidente. «Son amigos dentro y fuera de clase. Se
invitan a los cumpleaños, hacen los deberes juntos... la
integración es total», apunta Begoña Garrido, profesora
del centro. Un dato habla por sí mismo para explicar
cómo la población inmigrante está ayudando a recuperar
la población de zonas rurales como Albuñol: en una de
las clases del colegio Las Ramblas no hay niños
españoles. Son siete marroquíes y un inglés. Todos son
vecinos de Albuñol, pero ninguno nació aquí. Ninguno,
tampoco, se siente extranjero en una localidad en la que
se hablan muchas lenguas y conviven varias razas. Todos
juegan con todos y demuestran que la integración en esta
localidad es una realidad tan evidente como
esperanzadora. «Además, Los niños están consiguiendo que
sus padres se relacionen entre ellos, lo que también
ayuda a que todos se conozcan entre sí. Y cuanto más se
conocen, menos problemas y rechazos se producen»,
explica la profesora. |