De barrancos, barranqueras y aceitunas sin
coger.
El
puente del 28 de febrero era una excusa magnífica par volver
a Alcázar y llevar a cabo las cuatro tareas pendientes
después de casi dos
meses sin aparecer por aquí. No sé si la batería del
ordenador me permitirá terminar de escribir estos párrafos
que intento pergeñar para cuando vuelva a Granada poderlos
colgar en la web y así compartirlos con todos vosotros. Digo
lo de la batería del ordenador porque hace un buen rato que
estamos sin electricidad en el pueblo y no sabemos cuándo
volverá, ni tan siquiera si volverá. Pero, en fin, mientras
tanto continuemos con aquello que teníamos en mente cuando
empezamos a escribir las primeras palabras. Así que a la luz
de una vela, como en los tiempos de Maria Castaños y
mientras el ulular del viento no cesa, comenzamos.
Cuando
recibí la foto de la Rambla de Alcázar que me envió Pepe y
que coloqué en la página de inicio de la web hace unos días,
sentí sana envidia de aquellos que pueden contemplar las
pequeñas cosas de nuestro pueblo con la frecuencia que a mí
me gustaría pero que, por suerte o desgracia, no puedo
llevar a cabo por unos u otros motivos. Así que hoy cuando
me he levantado ya tenía en mente darme un paseo por la
carretera de Torvizcón para ver el efecto de las últimas
lluvias en los barrancos y las laderas de los caminos y
carriles.
Después
de almorzar y con la excusa de rebajar un poco las migas que
con sus correspondientes engañifas nos habíamos metido entre
pecho y espalda, me decidí, a pesar
del viento, a darme el paseo que tenía en mente.
Al salir
de la casa el rumor de las aguas del
Barranquillo pasando bajo el puente de la pista de Torvizcón
ya se hace
notar como en sus buenos tiempos. Poco después de unirse el
barranco de la Fuente con el del Cocón el caudal del
Barranquillo hasta desembocar en la Rambla me da a entender
que el agua que ha caído en estos casi dos meses de temporal
no ha sido poca y que la tierra se ha empapado bien de ella
y ahora nos la devuelve en forma de torrentes a los que ya
estábamos desacostumbrados.
La
primera curva de la pista pone delante del caminante la
primera barranquera producida por las lluvias y que se
irán repitiendo intermitentemente a lo largo de todo el
paseo. Al llegar al Corral de González al rumor del
Barranquillo se le une el de la Rambla que desde el fondo
sube
hasta el camino invitándonos a bajar hasta a ella para
contemplarla de cerca.
Como
siempre, después de un tiempo sin pasear con frecuencia, los
primeros tramos de subida hasta llegar a la tierra Colorá se
hacen con cierta fatiga, pero despacio, sin prisas se
alcanza esta última cota desde la que,
al girar, se divisa el pueblo por última vez. Antes hemos
ido comprobando como la aceituna
de los olivos que están a pie de carretera se han quedado en
el suelo para sustento de los pajaritos de Dios porque el
tiempo no ha permitido su recogida. En
frente Sierra Nevada. Hoy un tanto encapotada pero con nieve
fresca que se extiende por todas sus
laderas alcanzado cotas más bajas de lo habitual.
Bajada
ligera hasta llegar al barranco del Viz donde me llevo la
sorpresa de verlo con más agua que jamás lo he visto en los
más de treinta años que frecuento estos parajes. Me
sorprende el caudal y la fuerza con la que baja el agua. Me
entretengo observándolo y sacando
algunas instantáneas de su cauce y, como el viento arrecia,
vuelvo sobre mis pasos; ahora al contrario comenzamos a
subir hasta de nuevo divisar las primeras casas de Alcázar
al pasar la tierra Colorá.
Al
llegar al puente oigo la llamada de la Rambla y a pesar del
viento casi huracanado, me decido a darme el paseo y bajar a
su ribera. Voy siguiendo el rápido descenso del Barranquillo
que en su búsqueda de la Rambla va formando pequeñas
cascadas a lo largo de un curso en el
que el gran desnivel se salva en unos pocos metros. No le
ocurre lo mismo a la rambla a lo largo
de cuyo curso el desnivel es menor y sus aguas corren
plácidamente apartando a un lado los
juncos, las adelfas y las retamas que después de tanto
tiempo de sequía se estaban convirtiendo en plantas de
ribera en sustitución de las antes mencionadas.
Ya con
la primavera a la vuelta de la esquina y a pesar de la
abundancia y lo pertinaz de las lluvias, el verde intenso
del campo comienza a mostrarse en contraste con el gris
plomizo de las nubes entre las que de vez en cuanto se nos
muestra un fuerte e intenso azul límpido después del lavado
al que se ha visto sometida la atmósfera.
La
bajada fue ligera, la vuelta debe de ser calmada, a pesar de
ello seguro que mañana el dolor en los músculos de las
piernas, poco acostumbrados a estos trotes, que no son tanto
pero que por la falta de práctica parece mucho, será el
único aspecto menos agradable de este paseo entre barrancos,
barranqueras y aceitunas sin coger.
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Teodoro Martín. Alcázar de Venus.
Febrero de 2010.