Todavía recuerdo la rabia
contenida que me produjo escuchar aquellas primeras
explicaciones sobre lo sucedido. Todavía recuerdo la
dificultad e impotencia que siempre padecí para comunicarme
con aquel cliente tan particular. Sordo como una tapia,
gozaba riéndose viéndome como le gritaba al oído intentando
me entendiera y ello a pesar de la pena y tristeza que lo
embargaba. Se llamaba Antonio Dueñas Jódar, y le habían
quemado su burro, achicharrado por culpa de una broma
temeraria.
Habría que remontarse al
verano de 1986, cuando a eso del mediodía, regresaba
Antonio a su pueblo de Rubite, orgulloso y contento junto a
su burro cargado hasta la bandera de mieses de cebada, que
casi lo ocultaba de espesa y larga que era. Serían las 13´30
h., cuando paró en la plaza a charlar con un amigo antes de
irse a comer, atando a la bestia a una reja, frente por
frente a la panadería. Hacia mucho calor y corría una brisa
rebelde y tosca. Al pronto llegó Eduardo, siempre burlón y
chistoso, quien de enseguida se le ocurrió lo imprevisible,
“mira que le prendo fuego a las gavillas” -dijo
riéndose- al tiempo que blindaba en la mano un mechero
amarillo. Y dicho y hecho, tanto lo arrimó que el burro
prendió como una tea, consumiéndose en breves instantes no
solo su abundante carga y aparejo, sino también afectada su
cabeza, lomo y culata, totalmente chamuscados. Ni correr, ni
revolcarse pudo, ni nadie acercarse para desatarlo, sólo
unos cuantos baldes de agua fresca para apagarlo. Las risas
y bromas dieron paso a la tragedia y la crueldad más absurda
que cabe imaginarse con un ser vivo. Su burro de ocho años
de edad, era para su dueño como un hijo para cualquiera. Es
más, con seis meses lo había comprado y desde entonces
criado, siendo su principal compaña aparte del hermano y
madre con los que convivía.
Estos fueron los hechos, y el
motivo que acudiera a mi despacho apesadumbrado por lo
ocurrido. Venía de parte de su cuñado José González, una de
esas personas con las que enseguida uno conecta dada su
innata curiosidad por saberlo todo, tanto que hacía poco le
había comprado en Granada un Código Penal y otro Civil que
me había encargado. “Ahí le mando un amigo que quiere
hacerle unas preguntas”, decía la nota manuscrita que
traía en el bolsillo, y enseguida la primera mía y a
bocajarro, ¿pero el burro como está, se salvará o no?,
nadie lo sabe –espetó-, se encuentra muy mal y en
las manos del veterinario de Castell de Ferro que lo está
curando,.…pero que lleva gastado un capital en medicinas,
apostilló. Pronto me di cuenta de la injusta desproporción
que tenía delante, vistas las pretensiones económicas del
cliente y la verdadera gravedad y perjuicio de lo ocurrido,
de ahí que me pusiera a trabajar para intentar conseguir
compensar el verdadero daño ocasionado, y que yo entendía
iba bastante más allá de los gastos de curación, carga y
aparejo quemado. Hablamos del lucro cesante, daños morales
o precio del dolor, todas ellas materias poco claras y muy
impresionables judicialmente si la prueba y el enfoque era
acertado, como fue el caso que nos ocupa.
Sin
embargo más de un año tardaría en celebrarse el
correspondiente juicio de faltas por imprudencia ante el
Juzgado de Distrito de Albuñol, tardanza que en modo alguno
beneficiaba a la acusación por cuando ya el burro estaba
curado, y un tanto olvidado el suceso. Fue entonces cuando
me enteré que como resultado de la quema se le habían caído
las orejas al burro, y lo que es más importante, que su amo
las guardaba como reliquia en una bolsa de plástico. Hete
aquí la solución del problema me dije. El golpe de efecto
que necesitaba pensé, no dudando un instante en presentarlas
como prueba de cargo, tras descartar mi primera intención
que era llevarlo transportado en una camioneta alquilada. Y
así nada más comenzar la vista las deposité solemnemente
encima de la mesa del Juez, acompañadas de una simpática
fotografía de mi cliente abrazado a su burro cuando era
pequeño y recién comprado. El acta se encargó de
testimoniarlo: “aporta foto del burro antes del
accidente, como orejas del burro quemadas”. Después de
aquello, debo de confesar que la cosa fue coser y cantar,
aunque antes hubiera que sortear la prueba testifical del
denunciado que insistían en el caso fortuito como única
defensa, algo difícil de demostrar vistas las circunstancias
concurrentes, tal como se encargó de sentenciar “in voce”,
el juzgador:….Hechos probados: 17 de septiembre de
1986, Antonio Dueñas Jódar se encontraba en Rubite con un
asno de su propiedad el cual ha criado desde pequeño y
utilizado para labores propias, como el día de autos en que
se encontraba cargado de cebada y fue abordado por Eduardo
S. G. el cual con un encendedor prendió a la cebada que
estaba seca y hacía viento, ardiendo la carga y aparejo
valorados en 10.000 pesetas, sufriendo daños el animal
llevaron a perder orejas, lo que le imposibilita con las
quemaduras a seguir trabajando a pesar de encontrarse en
buena edad, 8 años. A causa de ello satisfacieron 20.328
pesetas por gastos veterinarios, el animal no ha trabajado
correspondiendo a un día de trabajo de un animal similar
2.000 pesetas y su valor de mercado es 70.000 pesetas.
Además el dueño del animal es persona que vive soltero con
su madre y el animal y se halla afectado de profunda
sordera….Fundamentos
de derecho: Los hechos probados constituyen falta 600 C
.P. imputable a E. S. G. que si bien manifiesta carecer de
intencionalidad no lo es menos imprudente al aproximarse al
animal con un encendedor aunque dice no encendía, tampoco
puede afirmar con absoluta seguridad que no lo haga cuando
trata de arrimarlo a un producto combustible como es cebada
seca y en día de viento. La responsabilidad civil debe
comprender además daños causados, valor del animal y lucro
cesante y si bien no era utilizado habitualmente para tareas
fuera del ámbito económico del perjudicado nada impide que
pudiera serlo, teniendo en cuenta por último que el dueño
del animal por el hecho de haberlo criado desde pequeño,
vivía solo con su madre y encontrarse afectado de
deficiencia física, permite sostener la existencia de
vínculos afectivos hacia el animal que al verle sufrir
injustamente son susceptibles de dolor. Las costas
procesales son de imponer al autor de la falta. Fallo:
Debo condenar y condeno a E. S. G. a la pena: 10.000 pesetas
de multa ó 10 días de arresto sustitutorio; pago costas;
Indemnizar a Antonio Dueñas Jódar: 20.368 pesetas por gastos
de veterinario,10.000 pesetas por valor de la carga y
aparejo, 70.000 pesetas por secuelas e inutilización del
animal, 180.000 pesetas por pérdidas de jornadas posibles de
trabajo y 50.000 pesetas por daño moral causado al dueño.”.
Como vemos todo salió
perfecto y a pedir de boca, también el recurso de apelación
subsiguiente que vio un año después el Juzgado de
Instrucción de Órgiva, quedando el denunciado en pagar por
mensualidades, el montante total de su condena, que entre
unas cosas y otras, alcanzaba la respetable cifra de
340.368 pesetas. Por su parte el burro quemado y sin orejas,
siguió su vida en manos de un
nuevo dueño, y el de Rubite metido en tratos en la feria de
ganado de Albuñol de donde se trajo una burra preñada, que
al cabo de los meses daría a luz un hermoso pollino blanco,
que andando el tiempo sería famoso en el mundo entero.
Efectivamente tal sería el
miedo y dolor que sufriera este amante de los burros que sin
duda se juró que nunca más le ocurriría lo mismo aunque
fuera a costa de resultar inhumano. De esta manera y hasta
que fue denunciando, mantuvo al pollino encerrado en su
cuadra y sin salir a la calle por miedo a que lo dañara
alguien, todo ello sin faltarle nunca nada y mucho menos
cariño y juego en el corral donde naciera. Pero esto sería
imposible de ocultar pues los rebuznos del asno serían a la
postre salvadores y motivo de que un vecino molesto lo
denunciara a la Sociedad de Protectora de Animales. Por su
parte Antonio lo justificaba en que era entero y no estaba
capado, mostrándose especialmente nervioso y un tanto
agresivo en época de celo.
La noticia daría la vuelta a
España y las miradas fueron puestas enseguida en la recién
creada Asociación para la Defensa del Borrico que se prestó
a mediar y llevarse al burro encuadrado para su refugio de
Rute, por el precio de 37.500 pesetas. Por los reportajes
sacados en prensa sabemos que el burro permaneció un total
de cinco años encerrado, - tenía unas pezuñas de 20
centímetros de largo-, razón por la que le pusieron por
nombre “Mandela”, en honor y recuerdo del líder sudafricano,
quien pasaría 27 años de su vida en prisión.
En definitiva y sobre todo
sería un día histórico para Rubite y la comarca, por la
cantidad de medios de comunicación concentrados, tanto
nacionales como internacionales, que lanzaron a los cuatro
vientos la increíble historia del burro emparedado, motivo
que aprovecharon luego los lugareños para dedicarle una
coplilla por carnavales:
Ya toda España sabe donde
se encuentra Rubite;
gracias al burro Mandela
que tuvo aquí su escondite;
lo supo toda la prensa, la
radio y la televisión;
y a Córdoba se lo llevaron
montado en un camión;
Si nombrabas Rubite, todos
ponían atención;
ya que todos conocían el
burro y su situación;
Ya todos están tranquilos
y nadie se acuerda ya;
que en Rubite había un
burro que no salía del corral…..
El caso es que
Antonio, se quedó sin su burro, y este sin su celoso dueño,
pasando sin duda a disfrutar de una mejor vida en las
instalaciones que Adebo tiene en la serranía de Rute. Allí
fue rebautizado años después con el nombre de Nirvana, por
la entonces
Ministra de Cultura Carmen Calvo, quien rociaría su cabeza
con anís y agua de Beirut, convirtiéndose en estrella y
estandarte del lugar, por su simpatía y docilidad, siendo
paseado por platos de televisión y escenarios
internacionales tales como su
participación en el espectáculo ‘Tetralogía anfibia’, de La
Fura dels Baus o en el proyecto ‘Navega Don Quijote’. E
incluso participado en
la Cabalgata de Reyes Magos de Sevilla del año 2007, donde
encarnó a la perfección al mítico ‘Platero’. Todo eso forma
parte ya de su fabuloso “currículum vitae”, ampliamente
conocido por numerosos reportajes en revistas y periódicos,
pero nada tan impactante, como las fotos realizadas junto a
la reina de España, en la visita que hiciera a la Casa del
Burro hace apenas un año, las mismas, -besándola y rascando
rítmicamente su espalda- dieron la vuelta al mundo, y tanto
“Mandela” como Dª Sofia nos dieron a todos un ejemplo de
humanidad sin precedentes.
Sin embargo viéndolas ahora
con más detenimiento e incluso repasando los videos que de
aquella escena entrañable aparecen colgados en internet, uno
se pregunta –con verdadero conocimiento de causa- si no será
verdad que el principal responsable de aquella extrema
cordialidad y mansedumbre no sería otro más que su primer y
original propietario, o sea, Antonio Dueñas Jódar, mas
conocido por el “Sordo de Rubite”.
Miguel
Ruiz de Almodóvar Sel
Abogado