DESPEDIDA DE NUESTRO
PÁRROCO
Teodoro Martín./Alcázar de Venus.
Se
llevaba rumoreando desde hacía un tiempo el tema, pero como en la mayoría de las ocasiones todo se
vuelve rumor y casi nunca llega a cuajar, pocos pensaban que
esta vez se convertiría en noticia real. Pero sí,
en la misa del sábado 17 de agosto, dentro de las fiestas en
honor de la Virgen del Rosario, al finalizar la misma, el
propio Fran con un nudo en la garganta, que casi le impedía
hilvanar las emotivas palabras que nos dedicó, lo
confirmó al despedirse, por ahora, de todos
nosotros agradeciendo las enseñanzas que ha recibido de la
actitud y el ejemplo de los habitantes del pueblo.
No está
dentro de nuestras posibilidades conocer el futuro que la
Providencia nos tiene preparado. Hoy estamos aquí y
mañana... Dios dirá. Si esto es así para el común de los
mortales, para aquellas personas que han dedicado su vida al
servicio de Dios y al de los demás, qué decir. Su voluntad
no tiene valor cuando sus superiores les ordenan el
desarrollo de su labor en otros lugares o en otros
menesteres. Éste es el caso de
nuestro párroco don Francisco Campos, Fran para la mayoría de
sus feligreses. El arzobispo de Granada lo reclama para
ampliar estudios y desempeñar, en el futuro, una tarea
distinta a la pastoral y él, haciendo honor al voto de
obediencia, así lo ha aceptado.
Fran, que desde que fuese
ordenado sacerdote ha llevado a cabo su labor en nuestra parroquia, al
principio junto a Jorge (ambos llegaron a Alcázar siendo
jovencísimos y estrenando ministerio), después con Juan
Carlos desde Órgiva y en estos últimos años con Jose, un
argentino que nos devuelve con creces la evangelización que
hace más de quinientos años llevamos los españoles a su
país, nos deja después de trece años.
Trece años en un mismo
lugar marcan y dejan marca. Es evidente que a lo largo de
este prolongado período de tiempo, el que Fran ha estado con
nosotros y nosotros nos hemos sentido cerca de él, mucho de
lo que en sus predicaciones sabatinas nos transmitía ha
debido calar en la mayoría de los habitantes de Alcázar que
hemos asistido a la celebración de la Eucaristía. También,
como él mismo reconocía, algo de lo visto y oído habrá hecho
mella en la forma de ser de
nuestro
párroco, esperemos que haya sido lo mejor que el pueblo
puede dar al que convive con nosotros. Dicen que todo se
pega menos lo bonito, confiamos en que en esta ocasión haya
sido todo lo contrario. Por eso creemos que cuando Fran se acuerde de
Alcázar o comente con otras personas su paso por aquí, todo
lo que salga de su boca estará referido a los aspectos
positivos que la vida en tan pequeño y a la vez
privilegiado lugar puede deparar.
Por
nuestra parte siempre recordaremos su sacerdocio abnegado y
su entrega total a la difícil tarea de transmitirnos la
palabra de Dios en condiciones a veces poco propicias para
ello. Recordaremos su voluntad por mejorar, dentro de las
posibilidades económicas, la casa de Dios, que es la casa de
todos, y aquí quedará para el futuro la colocación del
cancel que, aunque recibido en un principio con división de
opiniones, no cabe duda que ha aportado a la iglesia una
intimidad que ayuda a un mayor recogimiento y a una mejor
atención a las distintas celebraciones litúrgicas.
También recordaremos su
esfuerzo, en la mayoría de las ocasiones infructuosos, para
que los feligreses participáramos en los comentarios de la
palabra, bien es verdad que daba la sensación de que él ya
daba por descontado que sólo en ocasiones
excepcionales, por desgracia, podía contar con ello. No
obstante, es digno de resaltar su empeño en la tarea. No
debe de preocuparse por no conseguir éxito en ese propósito,
la culpa no es suya sino de la falta de capacidad que
tenemos los que asistimos a misa para romper con el miedo al
ridículo, la timidez, la vergüenza y otros muchos aspectos
que hacen que nos sintamos siempre cohibidos para exponer
nuestra opinión sobre lo que dicen las epístolas o el
Evangelio. Normalmente confiamos en el magisterio del
oficiante, y en este caso no nos equivocábamos, pues siempre
fue más que atinado la aproximación que nos hacía de las
lecturas de cada domingo.
Sepa usted, don
Francisco, que adonde quiera que el destino le envíe podrá
contar con el apoyo y las oraciones de muchos de los
habitantes de Alcázar, nosotros quedamos en la confianza de
que la reciprocidad será total. Gracias, Fran, por tu
dedicación durante el "golfo" de tu juventud a las almas de
las personas que habitamos o visitamos un lugar tan remoto y
próximo, a un mismo tiempo y en todos los sentidos, como es
Alcázar.