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Alfarero por genética

 

El artesano Miguel Orellana desciende de un repoblador y artesano gallego que fundó la aldea de Las Barreras de Órgiva tras la expulsión morisca del Reino de Granada
 
06.06.10 - 02:33 -
 
Las Barreras, anejo de Órgiva, que hoy pone fin a sus fiestas patronales en honor a la Virgen de la Fe, fue en otros tiempos uno de los centros alfareros más importantes de Granada, caracterizándose por sus cántaros, maceteros, pipotes, orzas, pucheros, tinajas, tejas, ladrillos y otras producciones para uso doméstico, decoración y jardinería. La práctica de este noble oficio en la entrada de la Alpujarra comenzó cuando la repoblación de la Alpujarra, tras la expulsión de los moriscos del Reino de Granada.
Miguel Orellana Sabio, de 74 años, heredó el oficio de alfarero de sus ancestros. Desde hace años realiza algunas cosas para entretenerse. La mirada de Orellana se ilumina cuando habla de su terruño, de los antiguos talleres alfareros, de la Virgen de la Fe de Las Barreras y del Cristo de la Expiración de Órgiva. «Cuando la repoblación de la Alpujarra, un alfarero antepasado mío procedente de Galicia, José Orellana, se vino a vivir al pueblo de Cádiar. Un día, cuando se dirigía a Granada capital, comprobó a la salida de Órgiva que la tierra de este lugar era más buena que la de Cádiar para trabajar el barro. Entonces, a los pocos días, se mudó a este sitio que él bautizaría con el nombre de Las Barreras, por el buen barro que tenía y sigue teniendo esta aldea de unas 200 almas», señaló.
Miguel Orellana recuerda cuando en Las Barreras existía una veintena de hornos alfareros. «Unos 200 artesanos trabajaban en ellos. La mayoría de los molineros de aceite de la Alpujarra y de otras zonas adquirían las tinajas en Las Barreras. Las transportaban a lomos de bestias provistas de capachos y herpiles. También, lo vendedores ambulantes cargaban en burros, mulos y carros todas las cosas que se fabricaban a mano y con torno para revenderlas. En más de una ocasión le ayudé a mi padre, José, a elaborar tinajas que le cabían 80 arrobas de aceite».
De generación a generación
La transmisión del oficio comenzó a desaparecer en los años setenta del pasado siglo. No hace mucho tiempo, un familiar mío, Rafael Orellana, ha recuperado el oficio de alfarero en este lugar».
Miguel dejó de ir a la escuela a los 10 años para poder trabajar en la alfarería familiar. «Como no podía asistir a clase iba por las noches a la escuela de don José Dumont. Hice el servicio militar en Ibiza y allí, en las horas libres, trabajé de alfarero». En 1965 emigró a Alemania para trabajar en una fábrica de cerámica y «cuando mi patrón vio mi trabajo me pagó tres veces más que a los demás artesanos». Allí permaneció cuatro años. Con los ahorros pudo hacer su casa y comprar una finca. Cuando volvió a Las Barreras abrió un bar y se dedicó también a la alfarería. Ahora, y desde hace algunos años, se dedica a ella para entretenerse y regalar sus piezas a la familia y amigos.

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