La Ruta de Las Bolinas Rubite
La naturaleza de la Costa Tropical nos
vuelve a sorprender en esta primavera
exultante. Algo tan sencillo y humilde como
la floración del monte bajo que nos rodea
por doquier, formado por bolinas, jaras,
retamas o cantuesos, supone un espectáculo
para todos los sentidos. Merece la pena pues
adentrase por carreteras como la empinada
subida a la localidad de Rubite para
disfrutar del paisaje y conocer además este
bello municipio repleto de cortijadas
escondidas, parajes únicos y lugares idóneos
para el paseo y el recreo. Una ruta en
vehículo, desde la costa mediterránea hasta
las primeras estribaciones de la Alpujarra
baja y Sierra de Lújar, lleva a Rubite y
hace viajar a los sentidos
26.04.09 -
«Arbusto de forma redondeada de hasta un
metro de altura de la familia de las
leguminosas con aspecto retamoso.
Inflorescencias formadas por grupos de hasta
16 flores amarillas de hojas simples
seríceas». Así aparece en el diccionario la
definición de bolina, 'genista umbellata' en
su nombre científico. Una planta de lo más
común, sencilla y humilde pero atractiva y
espectacular en estos momentos de floración.
Que ha estallado en todo su esplendor
dejando esparcidos, en pleno monte, cientos
de manchas redondas de amarillo intenso y
que, con su permiso, es el eje conductor de
nuestra ruta dominical hasta la localidad de
Rubite.
Y es que, con ser común la bolina -antaño
utilizada para blanquear o barrer en los
pueblos- en los campos de toda la comarca,
es tal vez en las faldas de La Contraviesa,
mirando al mar, en donde destacan por su
número y agrupaciones. Ya sea en la subida a
Polopos, digna de ver, o en la carretera de
Rubite.
Iniciamos la ruta en coche en la localidad
costera de Castell de Ferro para seguir las
indicaciones de Rubite. En total son apenas
15 kilómetros de subida, constante eso sí,
por una carretera de montaña con bastante
desnivel a fin de llegar hasta los 825
metros. El primer tramo va paralelo a la
rambla de Castell y aparecen ya las primeras
notas amarillas de diversas plantas que han
florecido recientemente, por lo general
bolinas o gayombas a pie de carretera o en
los terrenos incultos.
Poco a poco vamos dejando la Costa a la
espalda y nos acercamos al cruce de Lújar,
en pleno barranco del Hornillo. Viejos
cortijos y la omnipresencia de Sierra Lújar
nos acompañan. Una vez pasada la cortijada
lujeña de Los Carlos, cuya ermita de Fátima
y el lavadero en la parte superior merecen
una parada, la GR-5206 inicia un ascenso
continuo y empinado.
Se trata de una vía segura pero poco
transitada, solitaria a veces, en donde no
es de extrañar que pase un coche... ¡cada 10
minutos! Ideal para ir parando cuando se
tercie y, claro está, también para los
ciclistas que tienen aquí un auténtico reto
deportivo. Y si lo que gusta es la mountain
bike, la subida se puede alternar con tramos
de pistas.
Agujeros
Apenas iniciada la cuesta, el viajero atento
descubrirá una cosa muy curiosa. A la
izquierda, en plena curva, un talud de
tierra rojiza presenta decenas de agujeros.
¡Y eso, qué raro! Pues bien, fijándose en
los cables cercanos de la luz se puede
comprender que se trata del refugio de
decenas de aves, en concreto, los vistosos
abejarucos, que anidan aquí cada año. Y que
pasan desapercibidos a la mayoría de los
conductores apresurados.
El sitio bien merece una foto -cuidado con
no molestar a la fauna- máxime cuando
comienza en estas rampas el anunciado
espectáculo de tonalidades amarillas,
efímero en pocas fechas.
En efecto las bolinas invaden actualmente
lomas y terraplenes, barrancos y paratas
abandonadas, mezclándose con otras especies
vegetales propias del monte bajo
circundante: alargadas gayombas y retamas de
amarillo más intenso, aulagas punzantes,
genistas, jaras blancas en flor, morados
cantuesos, perfumados tomillares, palmitos,
olivos, pinos aislados y testigos de
antiguas repoblaciones forestales...
Rosetas de maíz
Algunos campos de almendros, abandonados a
su suerte, y el viejo pero vigoroso
algarrobo completan, a ambos lados de la
carretera, un paisaje que no debe dejar
indiferente a nadie. Que a este viajero, por
ejemplo, las bolinas le hacen pensar en
rebaños de ovejas de lomos dorados
esparcidos por el campo o, si me apuran,
rosetas de maíz tostado que estallan al sol
radiante. En fin, que cada cual busque su
similitud pero que, sobre todo, disfrute del
paisaje.
Y así, curva tras curva, la carretera nos
trae a Rubite dejando en el camino alguna
pista a la derecha que conduce a cortijadas
con encanto como El Magistral. Antes de
alcanzar la cuna de los 'güenos', conviene
hacer otra parada o, si me apuran, es de
obligado cumplimiento hacerla.
Y es que un cartel a la izquierda anuncia la
existencia del 'Mirador del aljibe', un
paraje único, verdadera atalaya de toda la
comarca con una importante cisterna de agua
de la época musulmana, similar a otros del
municipio como el situado en la Loma de los
Arrastraderos.
En torno a una zona de recreo, con bancos y
barbacoas para uso de quien lo desee, se
despliega un paisaje sublime: viñas,
almendros, campos en flor, el pueblecito de
Olías (Órgiva) en el barranco, la costa a lo
lejos... Y Sierra Lújar, con sus 1852 metros
de altitud, antesala de una Sierra Nevada
que, al fondo de tan bella estampa, presenta
sus blancos perpetuos. ¡No conocí mejor
emplazamiento para mi recreo!, que diría Don
Quijote a Sancho si por aquí pasara.
Dos hornos de pan
Una vez en Rubite, repuestos del trazado
mareante, debemos callejear por su entramado
blanco y morisco. Y descubrir en primer
lugar, la fuente y luego los dos hornos de
pan -el de José y el de Gonzalo- que tanta
reputación dan a este pueblo por sus
excelentes barras de pan, hogazas, tortas de
azúcar y hornazos de San Marcos, por
ejemplo.
Y encaminarnos hasta la Iglesia de la
Inmaculada, del siglo XVII, de donde sale,
en agosto, la imagen del Rosario para dar
paso a unas fiestas de lo más animado y
acogedor de la zona. Y visitar calles y
callejas con algún tinao, parras cargadas de
uvas, macetas en los balcones, el viejo
molino, el barrio hondero... Puntos de
interés no faltan en Rubite -que viene del
latín y significa zarzamora- por lo que tal
vez una estancia más prolongada puede ser
interesante. Desde la plaza del pueblo, al
atardecer, las tonalidades amarillas invaden
el paisaje y nos recuerdan la excelente
subida que, gracias a unas simples bolinas,
nos han traído hasta aquí.