Alcázar de Venus: "Entre la Nieve y la Mar"

 

 

                     "Nunca llueve a gusto de todos (o se nos cae la iglesia)"

Teodoro Martín. Alcázar de Venus

        Hace un par de días recibí un correo de Ani Cañadas, muy preocupada, en el que me enviaba varias fotos del pueblo. Después de este invierno tan rico en aguas éstas corren por todas partes a raudales (he incluido en la página de inicio una foto de la rambla que más parece un río). Tanto es así que hasta, según me cuenta, también se cuela por las rendijas del artesonado de la iglesia debido a la caída de parte del tabique que separa el tejado de la nave central del de la cúpula del presbiterio. Sé, me consta, que este verano los sacerdotes estuvieron pidiendo presupuestos para la reparación del tejado y no sé, no me consta, si es que los albañiles no los han dado o es que no han llegado a acuerdo, u otra causa cualquiera. Lo cierto es que ha pasado el tiempo y el tejado no se ha arreglado y con este lluvioso invierno que estamos teniendo el tabique antes dicho, como se puede ver en la foto, se ha caído y por allí entra el agua a su amor; ésta puede hacer que el artesonado se resienta y con él el tejado de la iglesia.

         Aní me comenta que está tratando de contactar con los responsables del templo para que adopten las medidas pertinentes para subsanar los desperfectos. Supongo que deberá de ser la Curia la que, de modo urgente, se encargue de la reparación del tabique y, cuando el tiempo lo permita de la limpieza y reparación del resto del tejado. Si la Curia no actuase en consecuencia creo que, además de ella, el resto de alcazareños (de nacimiento o de adopción) deberíamos también hacer algo y ayudar de algún modo.

         Está claro que no soy yo el que debe decir qué hacer ni cómo hacerlo, así que como lo mío es juntar letras, con estos párrafos que pone en conocimiento de todos nuestros visitantes el suceso aporto un pequeño grano de arena a la causa. Aunque, al comenzar a escribir estas líneas me ha venido a la memoria una especie de romance que escribí hace un par de años con motivo de un hecho similar acaecido en mi pueblo, Gaucín (Málaga). Así que aquí, junto con lo anterior, os dejo lo que en aquel entonces escribí por si nos sirve de reflexión. Tenéis que hacer el pequeño esfuerzo de cambiar los nombres propios y los gentilicios del poema por los propios de nuestra zona, es decir, donde dice Gaucín poned Alcázar o donde diga gaucineños pensad en alcazareños, y así sucesivamente, por lo demás el mensaje viene a ser el mismo.

Esto fue lo que salió:

Y se harán campos de golf,
y  estaremos tan contentos,
y mientras tanto la iglesia,
la iglesia del pueblo nuestro,
se nos caerá a pedazos
porque no la sostenemos.
Cuando digo sostenemos,
a referirme yo vengo
a eso de poner metal,
lo que llamamos dinero.
Y no critico a los otros,
que hacia mí apunto mi dedo,
que andamos tan enfrascados
en mirar para otros huertos,
que no nos damos ni cuenta
de aquello que es lo primero.
La curia, el arzobispado,
quizás el ayuntamiento,
deberían preocuparse
de poner pronto remedio
y no duerma más al aire
nuestro Jesús Nazareno,
que, ¡qué penita me dio!
el día en que fui a verlo
en una fotografía
que le hizo nuestro clérigo
y que se fue a colocar,
con comentario somero,
en la página inicial
de una web de este mi pueblo.
Y parecía “arrecío”,
con frío hasta en los huesos,
del caliche que le entraba
por el enorme agujero
que traspasaba el tejado
y dejaba ver el cielo,
ese cielo de Gaucín,
sí, de Gaucín, gaucineño,
al que tú y yo decimos
que tantísimo queremos;
pero obras son amores,
lo demás es puro cuento.
Así que si los que deben
no abundan en el empeño,
volvamos a hacer ahora

como en los pasados tiempos
cuando don Bartolomé,
don Juan José o don Diego,
nos pedían en colecta
un poquillo de lo suelto;
ahora que no hay pesetas
aportemos nuestros euros
para que pronto se arregle
lo que se cayó del techo
y le den un buen repaso
del tejado a todo el resto,
pues podría suceder
que otra vez nos encontremos
ver al pueblo señalado
en la sección de sucesos.
Y que ya es triste la pena
de decirle al mundo entero
que en la Tierra no hay un sitio
como el pueblo que tenemos,
pero que a veces su gente
en poco lo merecemos,
pues permitimos que ocurra
en un lugar tan señero
que las imágenes duerman
toda la noche al sereno
en estas noches tan crudas,
de éste que es tan crudo invierno.

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