SENDERISMO

  Desde Alcázar hasta Bargís

 Desde que escribí "Un paseo por la rambla", y ya han pasado muchas lunas, estaba con el deseo de recorrer el camino desde Alcázar hasta Bargís para después dejarlo descrito con la mejor voluntad en esta sección de senderismo de nuestra página. Siempre tuve una excusa para no hacerlo, aunque la fundamental era que ante lo desconocido no me fiaba mucho de mis capacidades para emprender en solitario la ruta. Estos días, aprovechando que han estado por aquí mi hija mayor y su marido, que ya habían hecho el trayecto en ocasión anterior, nos hemos animado los tres a, con la fresquita, comenzar a subir y subir hasta llegar a Bargís.

Debo de decir que mis temores eran infundados pues, a pesar de mi falta de forma física y mis ya abundantes años, el trayecto se me ha hecho llevadero y para nada pesado. Yendo a un paso normal, con sus preceptivos descansos, el tiempo empleado en la subida es de alrededor de una hora y media, la bajada se hace en la mitad de ese tiempo, por lo tanto un paseo de unas dos horas y media aproximadamente si echamos un ratillo de charla con algunos de los habitantes de Bargís o del Cortijo de Abajo, si tenemos ocasión de encontrárnoslos en nuestro camino.

La ruta en general es de dificultad media, pues después de los repechos suelen venir pequeños llanos en los que los músculos se relajan un poco y vuelven a tomar tono para acometer el siguiente tramo de pendientes más o menos pronunciadas.

Salimos del pueblo por la carretera de la venta y al llegar al molino de los Tranquillos dejamos a la derecha nuestra rambla, pasamos la cadena que impide la entrada de vehículos de cuatro ruedas y bordeamos el edificio del molino por su parte norte. Durante todo el trayecto mientras caminamos por pagos del molino, el camino es amplio y de una pendiente media si exceptuamos su tramo inicial. Al poco nos encontramos con el camino de herradura ya mucho más angosto y salpicado a ambos lados por abundantes chaparros y alguna que otra abulaga. Aquí se empina un poco la cuesta hasta que damos vista a las ruinas del Faz de Abajo, momento en el que se hace más plácida la vereda y entre olivos centenarios llegamos al barranco que divide los dos faces en el que aún se dejan ver algunos humedales con juncos, juncias, mastranzos y zarzales.

Entre lastras de pizarra, después de un nuevo repecho alcanzamos el Faz de Arriba también en estado ruinoso como su hermano hondero. Desde aquí parte un carril que lleva hasta el cortijo el Melero, que a tramos podemos seguirlo y en ocasiones cortar por la antigua vereda que, aunque más empinada, nos lleva en una línea más recta a nuestro destino final. Estos tramos están menos hollados por personas y animales y por ello a veces se confunden con otra multitud de caminos de cabras que están a uno y otro lado del primitivo. Esta última pendiente nos lleva a una colina desde la que damos vista a Alcázar, los Gallegos con su frondoso pinar e incluso la Venta de las Tontas, y sobre todo vemos delante de nosotros la Iglesia de Bargís, precedida de una llanura plantada de almendros que nos hace respirar satisfechos por ver que la parte más difícil de nuestro paseo ha concluido.

Tras cruzar la haza de almendros llegamos a la Iglesia, hoy en ruinas pero de la que todavía se pueden contemplar las estructuras de su campanario, la nave central y parte del atrio de entrada. Adosado a ella por el lado de poniente se halla el cementerio donde reposan en paz algunos de los antiguos habitantes de Bargís. Unos metros más adelante nos encontramos con las casas del llamado Cortijo de Abajo donde podremos descansar un momento y beber agua fresca de manantial que sus habitantes traen hasta allí a través de una goma que reposa en un depósito de uralita.

Enfrente del  Cortijo de Abajo se dejan ver los frondosos huertos de Bargís que sus escasos habitantes cuidan con primor y en los que, alrededor de algunos frutales, cultivan, fundamentalmente, las hortalizas propias para el gasto de la casa. Al cruzar el barranco que, en cierta medida, separa a Bargís del Cortijo de Abajo comienza el trazado de un nuevo carril que, como en la ocasión anterior, podemos seguir o bien atrochar en línea recta por un camino más empinado que el sinuoso que nos llevaría al núcleo de la población. Las viejas y derruidas escuelas nos dan la bienvenida y ya podemos darnos un paseo por las intrincadas y empinadas calles del pueblo, hacer un nuevo descanso para a continuación emprender el camino de regreso si no es que nos encontramos con algunos de sus moradores para mantener una sustanciosa conversación sobre el lugar y los lugareños.

El camino de vuelta es mucho más llevadero, pues todo lo que antes era subir, evidentemente, ahora es bajar. Quizás al final del trayecto, cuando después de pasar el molino de los Tranquillos tomemos de nuevo la carretera, notemos la continua y, a veces, pronunciada bajada en un determinado dolorcillo que podemos apreciar en los gemelos de nuestras piernas, pero no es nada que no se quite con otra caminata parecida a ésta. Si tenemos la suerte de encontrarnos el bar abierto, podremos concluir el paseo sentados a la sombra de la parra mientras degustamos algún refresco o cervecita fresca para que el líquido gastado en el trayecto sea repuesto convenientemente.

Es un paseo agradable y que en verdad merece la pena, no sólo por el ejercicio físico que nos debe de aportar algo de bueno al cuerpo sino por el placer de contemplar nuevos paisajes y vistas distintas a las que normalmente vemos desde el pueblo, además de poder charlar, si tenemos la oportunidad de ello, con personajes tan singulares como los que habitan en el Cortijo de Abajo o en el propio Bargís.

Teodoro Martín. Alcázar de Venus

Un paseo por la rambla

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